Indiferencia permanente

Escrito por el Ago 3, 2018

Por Alma Conde
#RadarPeninsular

Prácticamente, cualquier niño de nuestro país –o del mundo entero- tiene que esperar meses o incluso años para poder ir a la playa. Su familia tiene que ahorrar para poder estar por lo menos unos cuatro días en cualquier destino de playa. Mi hija tiene la fortuna de tenerla cualquier mes del año. Basta con desearlo y esperar el fin de semana para poder estar ahí. Así pues, aprovechamos estos días de vacaciones y fuimos.

Siempre escogemos un lugar adecuado para estar con niños pequeños. Así, los niños pueden jugar, salir y entrar al mar las veces que quieran y aunque con la supervisión constante de nosotros, estamos mucho más tranquilos.

Llevamos varios juguetes para hacer castillos de arena. De la entrada a la zona de playa y hasta el lugar donde decidimos quedarnos, caminamos como cincuenta metros; mientras caminábamos, mi hija iba sacando de entre la arena tapas de refresco y cervezas. Como si hubiera encontrado un gran tesoro, me dijo con mucha alegría e ingenuidad que serían parte de su castillo.

Yo, por el contrario, me sentía cada vez más enojada y triste… ¿cuánto tiempo pasará para que mi hija deje de caminar en arena y camine sobre basura?
Traté de que ese episodio no frustrara mi propósito de pasarla bien con mi familia en la playa. Al tiempo que se acercaba el mediodía, la gente seguía llegando. De pronto, observé a un grupo de bellas señoras de la tercera edad en una exquisita charla. Una de ellas estaba fumando un cigarrillo y cuando se lo terminó, simplemente lo enterró en la arena… la belleza se esfumó.

CAMBIO CLIMÁTICO, UNA REALIDAD

Para no pensar en lo que acababa de observar, nos metimos al mar. Debo decir que fue muy interesante, ya que nos encontramos varios peces nadando en la orilla y pudimos observar, por lo menos, dos pequeñas rayas.

Llevo poco más de 16 años sumergiéndome en estas aguas, que en esta época del año, suele sentirse tibia; sin embargo, en esta ocasión más bien la sentí caliente. Me hubiera gustado que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estuviera a mi lado para explicarle cual niño pequeño, que el calentamiento global sí existe y está aquí y ahora.

En fin, este fue como la mayoría de las veces, un hermoso e inolvidable día con mi familia; aunque mi hija se divirtió aún más que otras veces, pues seguía emocionada con toda la vida marina que pudo observar, no dejé de preocuparme por tanta indiferencia a mi alrededor: seguimos usando bloqueadores solares que dañan toda la vida marina, seguimos tirando colillas de cigarros en la arena como si fuera un gran cenicero, seguimos sin levantar basura, porque “no es nuestra”.

Seguimos pensando que todo está bien, que nada pasará, por lo menos en nuestra generación; sin embargo, creo que la catástrofe está más cerca de lo que realmente imaginamos.


VOLUNTARIOS AL RESCATE

Aún recuerdo la primera vez que fui a participar como voluntaria en una limpieza de playas, organizada por Amigos de Sian Ka’an. Fue hace aproximadamente diez años; fuimos a una zona muy alejada de cualquier poblado. En el corazón de la reserva de Sian Ka’an. Estuvimos ahí recogiendo desechos por casi cuatro horas y dos kilómetros.

Fue la primera vez que vi desechos de otros países: botellas de plástico con letras árabes, bolsas de detergentes en japonés. Les pregunté a los organizadores el origen de estos desechos. La mayoría vienen con las corrientes marinas y terminan en nuestras playas.

Definitivamente, esos desechos han viajado mucho más que yo en toda mi vida. Otros vienen de cruceros que pasan por nuestras costas. También vi basura por demás extraña: baterías de carros y hasta un refrigerador. ¿Qué hacían ahí esos desechos en un lugar tan alejado de la urbanidad?

Caer en la cuenta de que la basura de las playas proviene de muchos lugares y de muchas maneras, es preocupante. Pero lo que más me preocupa es que al parecer esto no ha cambiado en absoluto y al contrario, parece ser que a nadie le importa. Solo a los que van de vez en cuando como voluntarios, pero no creo que el asunto es limpiar las playas, sino más bien… ¡no ensuciarlas!, ¿no?

¿Cuántos artículos más se escribirán sobre este tema? ¿Cuántas limpiezas de playa habrá antes de darnos cuenta que será interminable si no actuamos desde el origen del problema? ¿Cuántos niños imitarán los malos hábitos de sus padres y lo heredarán a otras generaciones? ¿Cuándo nos importará? ¿Cuando sea demasiado tarde?



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