Chetumal, la nueva capital del turismo

Escrito por el Ago 2, 2018

Por Alberto Barrios
#RadarPeninsular

Chetumal, Q. Roo.- Como en cámara lenta, los chetumaleños están pasando de la incredulidad a la esperanza, sin dejar de advertir los riesgos, de los anunciados proyectos que transformarán el escenario socio económico de una región históricamente aislada del resto del país, que en los próximos meses y años será protagonista del arribo de mil 200 empleados sindicalizados federales de la Secretaría de Turismo y de miles –probablemente millones- de turistas atraídos por la promovida zona arqueológica de Ichkabal que se movilizarán vía el proyectado Tren Maya Peninsular.


Con aproximadamente 200 mil habitantes, la hoy capital de Quintana Roo fue fundada como un poblado aduanal hace 120 años, en 1898, con el nombre de Payo Obispo, en la época porfirista como parte de una estrategia político militar que buscaba, por un lado, enfrentar a los rebeldes mayas y, por otro lado, delinear fronteras frente a la ambición expansionista de la Corona Británica, que ya había establecido lo que se conoció como Honduras Británica, hoy Belice.

Desde su nacimiento y dada su lejanía geográfica, toda la zona oriental de la península yucateca, seccionada como Territorio Federal con el nombre de Quintana Roo, se administró con un enfoque militar y económico, por lo que fue una zona de exilio de oponentes políticos, de sediciosos yaquis y de sustracción de madera, chicle y caucho.

Fue en 1915 que la capital del Territorio Federal se trasladó de Chan Santa Cruz –hoy Felipe Carrillo Puerto- al poblado de Payo Obispo como parte de un reacomodo de fuerzas militares en pleno enfrentamiento con los rebeldes mayas; en años posteriores, en 1937, recibió el nombre de Chetumal.

Hasta entonces, para llegar y salir, la única vía era marítima, por la Bahía de Chetumal, en donde se conectan el Río Hondo, la Laguna de Bacalar, Laguna Milagros, Laguna Guerrero y el río Chile Verde, vías fluviales con un intenso tráfico comercial que caracterizó durante décadas a la zona.

Fue por los años 50-60 que la capital del estado, con una incipiente infraestructura carretera, se convirtió en una ciudad comercial fronteriza a la que acudían miles de comerciantes en busca de licores, aparatos electrodomésticos, cigarros y ropa, lo que impulsó su economía y su vocación comercial. Tras el inicio del Tratado de Libre Comercio, la economía comercial se redujo, pero se fortaleció como ciudad dedicada a la administración pública.

Contrario a Cancún, en la Zona Norte del estado, en donde el movimiento turístico rebasó los planes, en Chetumal el concepto del negocio turístico nunca fue central en la economía de la capital, una ciudad más acostumbrada al visitante de trámites públicos que solo utilizaba las habitaciones “para dormir”.

Si acaso, en materia turística, el objetivo era que “lleguen pocos turistas, que gasten mucho y que se vayan pronto”, como muestra de una actitud aislacionista acendrada en el chetumaleño promedio, una mezcla de descendientes de libaneses, de chinos, yucatecos y beliceños.

Pero del aislamiento a la exposición mediática y al arribo de miles de turistas y residentes tras el anuncio del presidente electo Andrés Manuel López Obrador de trasladar a Chetumal a la Secretaría de Turismo federal y de construir el Tren Maya Peninsular solo hay un sexenio. Pero mientras, muchos chetumaleños son incrédulos, otros piden que lleguen “miles de turistas” sin saber qué tipo de perfil de visitante es el que se podría recibir el destino.

EL CAMBIO QUE POCOS PREVÉN
Sin considerar los aproximadamente 500 mil cruces fronterizos que realizan anualmente los beliceños, que en sí mismos representan el mayor movimiento de turismo de compras, a Chetumal arriban anualmente un aproximado de 300 mil turistas, principalmente de la Ciudad de México, Mérida, Campeche y Tabasco.

Los actuales principales atractivos turísticos de Chetumal no están en la ciudad sino en su periferia; por ejemplo, miles de visitantes vienen para acudir a la zona libre de Belice; otros miles solo llegan a la ciudad para abordar una embarcación en la terminal marítima que los conduce a la Isla San Pedro, la “isla bonita” popularizada por Madonna en los 80; otro atractivo turístico es Calakmul, que aunque pertenece a Campeche, tiene un acceso más corto vía Chetumal; otro más es Mahahual, con un muelle de cruceros por el que arriban al año casi 200 mil visitantes de un día, en tanto que otros miles llegan a disfrutar de la zona de playas.

En los dos años recientes, la Laguna de Bacalar se ha posicionado internacionalmente como un llamativo destino acuático, pero que ha sufrido con el arribo de miles de turistas y la construcción de pequeños hoteles y cabañas un desgaste ambiental que ha prendido las alarmas entre académicos y grupos ambientalistas, máxime porque carece de Programa de Desarrollo Urbano y de Programa de Ordenamiento Ecológico.

Es sabido que la zona oriental de la Península de Yucatán concentra vastos vestigios arqueológicos, la mayoría saqueados y desperdigados sin ningún tipo de protección; bajo la administración del INAH, cerca de Chetumal, se localizan cuatro zonas arqueológicas abiertas: Oxtanka, Dzibanché, Kinichná, Kohunlich; dos que no han sido abiertas, pero que ya están listas: Chakanbakan y Noh Ka y un vestigio colonial perdido en la selva con una intensa historia religiosa, que se llama Chichanha.

Gracias a la intensa promoción por redes sociales, también se han posicionado lugares como el Cenote del Cocodrilo Dorado, la Laguna Guerrero, el Río Hondo, los balnearios de la Rivera del Río Hondo.

Por lo pronto, lo que es seguro es que llegarán mil 200 empleados federales con sus respectivas familias. Y detrás de ellos, tras la construcción del Tren Maya Peninsular, millones de turistas. Cuidado con lo que pides, dice el dicho.



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