Beulah, el huracán de Cozumel

Escrito por el Sep 16, 2018

Por Francisco Verdayes Ortiz

Una de las poblaciones preferidas de los huracanes en su paso por Quintana Roo ha sido Cozumel, es por ello que charlamos con el profesor Velio Vivas Valdés, cronista vitalicio de esa ínsula, pero sobre todo testimonio viviente de lo que fue uno de los peores huracanes que le han azotado: El Beulah, el 16 de septiembre de 1967.

“Cuando se menciona la palabra huracán lo primero que se me viene a la mente es una situación de riesgo pero también debemos pensar que se trata de una oportunidad de renovar. Lo que se vaya por tierra definitivamente era porque ya estaba viejo o mal construido.

“Un huracán es una oportunidad natural de incrementar nuestras fuentes de abastecimiento de agua, recordemos que en nuestra península no hay ríos y todo el agua está acumulada en el subsuelo, de manera que los huracanes traen una enorme precipitación que permite incrementar esa reservas naturales de agua.

“Por supuesto que han habido muchas tormentas tropicales y ciclones pero en Cozumel solamente tres de ellos han dejado profunda huella: el de 1903 (San Hipólito) al que los abuelos llamaron el gran ciclón, el Beulah del 67 y desde luego el Gilberto que marcó toda la historia de Quintana Roo”.

– ¿Cómo vivió usted el Beulah que fue algo así como el Gilberto del 88 que atravesó la península yucateca y que se fue directamente a Tamaulipas en donde sí dejó muertos? Repito muy parecido al Gilberto.

“Sí totalmente similar… ¿si vale la anécdota personal? te puedo decir que yo acababa de conseguir mi pase de Yucatán a Quintana Roo… Yo era maestro rural en ese entonces, y me señalaron al darme mi despacho, que podía presentarme en Kantunilkín hasta después de las fiestas patrias, eso me permitía pasar a Cozumel y estar con mi familia, mi esposa y mi hija recién nacida. Por eso estaba aquí cuando el Beulah nos azotó.

¿Cómo se le informaba a los cozumeleños del 67 para prevenirse del huracán, no habían estaciones de radio en esos momentos?

“No había radio pero llegaban los anuncios telegráficamente y la Delegación de Gobierno se encargaba a través de camiones con altoparlantes de avisar a toda la población; una población que llegaba hasta la actual avenida. 25, lo demás era selva, entonces era muy fácil de comunicar a todos…

“El mal tiempo llegó el día 15 por la noche cuando estábamos en la ceremonia del Grito, después iba a haber un baile en la Explanada. Por aquel tiempo la Delegación de Gobierno estaba justo enfrente donde está el reloj público en el parque Benito Juárez.

“Pues dio tiempo de encender las luces de los fuegos artificiales; de hecho se habían preparado unas cadenas que se llamaban de bronceo, de la calle Adolfo Rosado Salas a la Explanada y del Muelle Fiscal a la Explanada para darle un cierre espectacular a la exhibición de fuegos artificiales pero cayó un torrencial aguacero que interrumpió esa quema, empezó una marejada impresionante y el aire que resonaba y lo único que quedó por hacer fue salir corriendo para tratar de proteger los instrumentos del baile, y párale de contar.”

– Pero entonces no había como ahora el sistema de alertas y de avisos a la población?

“Había el aviso de que se estaba formando una tormenta y punto. Al otro día la tormenta ya prácticamente estaba encima…

“Al amanecer del 16 de septiembre en lugar de desfiles y de bandas de guerra escuchabas martillazos por toda la ciudad preparándonos para el embate del ciclón porque ya no hacía falta que nos avisaran, los que hemos vivido aquí durante mucho tiempo ya sabemos cuando lo tenemos encima. Nos dedicamos a asegurar las casas, a sacar las embarcaciones del mar para resguardarlas delante del malecón y después sólo quedaba esperar y esperar.

“El Beulah empezó a soplar con todas sus fuerzas alrededor de las seis de la tarde porque ya no se podía caminar sobre el malecón cuya avenida ya estaba totalmente inundada. Sopló con una intensidad increíble. Yo ya había vivido otros dos ciclones antes y este realmente era impresionante hasta las 11 de la noche cuando entró el ojo del huracán….

“La primera parte del huracán la pasé en el restaurante Chichén Itzá, propiedad de mi suegro don Daniel Arjona (a 50 metros de la costa) y mi familia estaba bien resguardada en casa de mis padres.

Con mi suegro pasé la primera parte y las ráfagas nos volaron todo el techo de lámina que tenía el restaurante. Se nos vino encima todo el aguacero hasta que nos dimos cuenta que el agua que nos llegaba a los tobillos no era de lluvia sino de mar, ¡nos estaba llegando el mar!

CONTORSIONISTA REGIOMONTANO

“Un detalle curioso que ocurrió en ese momento fue el de un señor, don Nacho que no recuerdo su apellido pero que era regiomontano, norteño como de 1.90 metros de estatura y un volumen impresionante en su perimetraje, o sea muy gordo.

“Don Nacho había sido enviado en aquel entonces por Mexicana de Aviación, la línea aérea que comunicaba a Cozumel, ya que ocasionalmente suplían a los telegrafistas. Don Nacho se llevaba mucho con mi suegro y como no tenía familia en Cozumel pues se fue a pasar con nosotros el ciclón.

“En el restaurante Chichén Itzá había un escritorio pequeño en el que quien se sentaba tenía un espacio como de 60 o 70 centímetros para estirar los pies. Cuando empezaron a volar por todos lados los pedazos de lámina del techo, había en esa construcción –que era de madera y lámina– un baño de mampostería, así es que nosotros que sabíamos nos fuimos a refugiar y empezamos a contar, debíamos ser seis y sólo había cinco ¿y don Nacho dónde quedó? empezamos a buscar a don Nacho.

“Yo me acuerdo que mi cuñado Raúl y yo nos colocamos unas hamacas en la cabeza para defendernos de los proyectiles y regresamos al área del restaurante y encontramos a don Nacho como ¡verdadero contorsionista! hecho un paquete completo debajo del escritorio. Para poderlo sacar pudimos que romper el escritorio porque ya no podía salir… Bien dice el dicho que el miedo no anda en burro. Don Nacho ni para atarse los zapatos se inclinaba y en ese momento se hizo un nudo (Risas).

LOS QUE NO SABEN

“Como a las once u once y media entró el ojo del huracán y nos dio margen para irnos a la antigua comandancia de policía (50 metros más adelante) Llegamos allá para protegernos y había mucha gente en las calles en ese momento, porque en esa época se estaba construyendo el Hotel Presidente y había mucha gente que trajeron para trabajar. Cozumel no tenía la capacidad de aportar la mano de obra suficiente para una obra grande y esa gente no sabía lo que era un ciclón, así es que nos dimos a la tarea –los que estábamos allá– encabezados por Félix González Rivero (conocido como Chiquilín González) el trabajaba para Seguridad Pública junto con Roberto Villamil quien era el comandante, y ya nos dimos a la tarea dirigidos por él a tomar las calles alrededor del parque para obligar a la gente a resguardarse porque sabíamos que venía la segunda parte del huracán: el ojo, esa calma total.”

– ¿Hubo víctimas que lamentar?

“Ni en el Beulah, ni en el Gilberto, ni en el San Hipólito, ni en ningún huracán del siglo 20 Cozumel ha sufrido pérdidas humanas, al menos no por esa causa. Y mira que Cozumel ha sido el cliente más favorecido por los huracanes… una docena o un poco más pero sin que hasta estos momentos exista una solo víctima que se le pueda achacar.

– Y a que le atribuye esto ¿cultura ciclónica o suerte?

“Hay una serie de circunstancias. Yo siempre he pensado que uno de los lugares más seguros para pasar un huracán es precisamente la isla de Cozumel… Parece broma, lo sé, pero vean el mapa y Cozumel junto con Isla Mujeres son las únicas dos poblaciones costeras de Quintana Roo que están orientadas hacia el poniente. Para los hechos de un huracán nosotros estamos a catorce kilómetros del mar.”

– Y ahora viene septiembre, históricamente el más peligroso

“De mediados de agosto a mediados de octubre es la temporada más fuerte. Sí ha habido huracanes en agosto pero los más fuertes son en septiembre. En este lapso viene el riesgo más grande, cuando en el mar están más cálidas las aguas cuando las ondas tropicales que genera Africa vienen con mayor frecuencia, en fin, pero esto no quiere decir que sólo hay ciclones en esta época, en alguna ocasión hemos tenido ciclones en mayo y ya en 1988, por ejemplo, nos pegó el Keith el 20 de noviembre.”

– ¿Qué les recomendaría a esos nuevos quintanarroense que no han vivido un huracán?

“Recordarles que vivimos en un paraíso y que como en todos los paraísos también hay serpientes.”, finalizó

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